La educación de adultos se ha transformado en las últimas décadas, en gran medida, debido a la reforma curricular que ha sido objeto. Pero también se han producido drásticos cambios en la edad de sus usuarios. Hoy los adultos que tratan de completar sus estudios para mejorar su situación laboral, como era antes, constituyen una minoría. La mayoría de quienes estudian en educación de adultos son jóvenes adolescentes que, por su edad, deberían estar en la educación regular, pero que han desertado de ella por razones diversas. La complejidad de esta realidad aumenta aún más debido a que esta modalidad educativa es una de las vías más usadas de continuación de estudios de los jóvenes infractores de ley, pues según la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil la incorporación y permanencia en el sistema educacional es considerada como resguardo de los derechos del joven y el logro de su rehabilitación y reinserción social. Sin embargo, la motivación con que estos jóvenes enfrentan el proceso educativo no ha sido estudiada.
La demandas especiales que los jóvenes le están planteando al sistema de educación de adultos lleva a formularse una serie de interrogantes relativas no sólo a las características de los educandos, sino también respecto a la preparación que tienen los docentes para atenderlos. Estas interrogantes surgen de observar que en nuestro país ningún plantel de educación superior tiene formación en educación de adultos a nivel de pregrado, por lo que resulta legítimo preguntarse si poseen los recursos didácticos y psicológicos para atender, por ejemplo, a jóvenes con experiencias de vida complejas, con familias desarticuladas e incluso aquellos que pese a su corta edad ya tienen problemas con la justicia.
El presente artículo se propone caracterizar a los jóvenes en algunos aspectos sociodemográficos relevantes y, luego, analizar las razones que ellos identifican como las causas que los llevaron a abandonar la educación regular y haber retomado sus estudios en la educación de adultos.